domingo, 30 de noviembre de 2008

CUANDO LA NOCIÓN DE PROGRESO ES APROPIADA POR EL PROPIO SISTEMA.

La gran debilidad del liberalismo mexicano fue pensar que el sustitucionismo político podría llenar el vacío de la acción ciudadana. La sentencia de José María Vigil en torno a que la Libertad de cultos estaba por encima de la voluntad popular, nos llevó a sustituir a los ciudadanos por un ideal que los liberales tenían en la cabeza, cuando la educación y la ilustración penetrara las cabezas de la gente y levantara al México como una fortaleza Republicana.

En el país no se resolvió el problema democrático, la forma de gobierno aristocrática de una clase política asociada al capital extranjero y a los pocos ricos sociales sustituyó la necesaria constitución de una sociedad civil. Por eso, muy probablemente, el liberalismo agotó su potencial progresista y se entregó a la construcción de una dictadura unipersonal.

Como dice François-Xavier Guerra, Díaz sólo volvió a amalgamar los poderes locales con su poder unipersonal como lo había hecho Juárez. No había elecciones, las elecciones fueron una formalidad que cumplían los caciques locales, a los habitantes jamás se les involucró en serio.

Díaz se pensaba como el buen padre, como el padre de una nación a la que debía educar con firmeza, procurandole todos las buenas cosas, por encima de los mecanismos de decisión que podría crear la sociedad.

Por eso importó la ideología política que habría de hacer los cambios que el país necesitaba. Dividió a los viejos liberales con Bernardo Reyes a la cabeza y a los nuevo posiivistas. Díaz siempre jugó al divide y vencerás, por lo que arropaba a ambos y les daba esperanzas. Asi en torno a la Unión Liberal se atrajo a la juventud, mientras que los correligionarios antiguos quedaron de una u otra forma en el ejército. Los propios Tuxtepecanos, los que lo hicieron llegar al poder fueron traicionados. Marginados del poder, olvidados, así terminaron sus antiguos amigos.

Los nuevos positivistas se hicieron de la administración, orientaron la educación del país, construyeron escuelas por la noción de progreso que mantenían. Augusto Comte creó en Francia una filosofía basada en la noción de progreso y destructora de los alcances de la Ilustración. Comte era un católico convencido que pensaba que el asunto relgioso pertenecía a una era, dónde el conocimiento no era el factor explicativo de las cosas, a esa era la llamó la era metafísica, dónde las explicaciones religiosas eran las que imperaban. A esa era se le sobrepondría otra en evolución, la de las ciencias positivas. Se trataba de construir una visión científica del mundo.

La administración de Limantour demostró que la aplicación eficiente de los criterios de administración, podían hacer atrás la corrupción que imperaba en el país. Poco a poco, se suprimió la corrupción de los mandos medios aunque no se pudo suprimir la corrupción de las altas esferas del gobierno. La administración eficiente del Estado, la inyección de inversión extranjera en ramas industriales y sobre todo en los ferrocarriles, dieron un vuelco a la economía nacional y al estado de atraso y destrucción en la que se encontraba el país.

La reconstrucción nacional nunca llegó a las comunidades campesinas, tampoco a la nueva clase obrera que se encontraba en la peor situación laboral. Un estrato de excluídos que soportaban los abusos de una dictadura sin derechos laborales, en una situación de constante despojo y abuso, ante la mirada ciega del régimen que no veía por la situación de una población que crecia y que articulaba una economía nacional en las peores condiciones.

Sólo un puñado de hombres se organizaron en una auténtica oposición. Tanto reyisas como científicos pertenecían al Régimen y la lucha por el poder era una lucha dentro de la sociedad política en el país.

La sociedad civil era incipiente. Grupos aislados de jóvenes estudiantes, abogados de clase media, periodistas no domesticados que hablaban de la verdad que los científicos o los reyistas no se atrevían a decir, por temor a contradecir la imagen de progreso que había construido el régimen.

Así frente a la Unión Liberal que había construido el positivismo para apoyar las reelecciones de Díaz, o frente a los intereses militares de Reyes, la incipiente sociedad civil configuró un partido nacional conformado por una gran red de círculos liberales en el país. Sus dirigentes eran portadores de una nueva ideología que se consolidó en la Europa de la segunda mitad del siglo XIX, los anarquistas. Ricardo Flores Magón daba la vuelta al progresismo liberal y dejaba entrever como el liberalismo era ya inconsecuente con sus postulados e impedía la solución de los graves problemas del país. Al cerrar los ojos, el viejo libealismo cedía la iniciativa PROGRESISTA al nuevo liberalismo, el "liberlismo" del anarquismo, una ideología socialista que apoyaba al campesinado y a la clase obrera. Flores Magón denunciaba:

"México es el país de los inmensamente pobres y los inmensamente ricos. Casi puede decirse que en México no hay término medio entre las dos clases sociales: la alta y la baja, la poseedora y la no poseedora; hay, sencillamente, pobres y ricos. Los primeros los pobres, privados casi en lo absoluto de toda comodidad y de todo bienestar; los segundos, los ricos, provistos de todo cuanto es agradable en la vida. México es el país de los contrastes. Sobre una tierra maravillosa rica, vegeta un pueblo incomparablemente pobre. Alrededor de una aristocracia brillante, ricamente ataviada, pasea sus desnudeces la clase trabajadora. Lujosos trenes y sobrebios palacios muestran el poder y la arrogancia de la clase rica, mientras los pobres se amontonan en las vecindades y pocilgas de los arrabales de las grandes ciudades. Y como para todo sea contrastes en México, al lado de una gran ilustración adquirida por algunas clases, se ofrece la negrura de la supina ignorancia de otras"

En el México de los contrastes, la única forma, quizás era construir condiciones para mejorar las condiciones de la población. Pero el Estado liberal es miope, no considera que el Estado es un mecanismo de redistribución de la riqueza y de canalización de un equilibrio social. Esa incompetencia del Estado terminaría con su destrucción hace casi 100 años, en 1910.

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