sábado, 22 de noviembre de 2008

La derecha ha sido responsable en momentos.

Se pierde cuando tiene que asumir el respeto a la voluntad popular.

El amarillo fue el color del conservadurismo en el siglo XIX, mientras que el rojo fue el color del liberalismo radical. No debemos perder de vista que ambos fueron liberalismos.

El pensamiento de Benjamín Constant empapó las mentes liberales de que era mejor el gradualismo antes que las rupturas violentas y las guerras civiles.

Todos los liberales temían al Pueblo, 1848 fue la oleada que aterrorizó al pensamiento liberal conservador y el surgimiento del socialismo, deslizó al liberalismo paulatinamente a la derecha.

En 1856 conservadores y liberales impulsaron una revolución, la Revolución de Ayutla, encabezada por Juan Álvarez. En la historia mexicana han existido momentos en el que parece imponerse el Pacto Nacional y las facciones, los partidos olvidan sus diferencias, para hacer los cambios necesarios que el país requiere. Así como el PAN y el PRD impulsaron un frente nacional para la reforma política de 1996 y consolidar las organizaciones civiles de regulación de las elecciones, en 1856, 130 años antes, liberales y conservadores se unieron para poner fin a la dictadura de Santa Ana e impulsar una Reforma Constitucional, la necesidad de Reforma de las instituciones era imperiosa y necesaria.

Durante el Congreso Constituyente de 1857, se emitieron el conjunto de leyes conocidas como las leyes de Reforma. Estas leyes constituían los pivotes de un desarrollo del mercado y del capitalismo.

Ley de Libertad de cultos, ley de libertad de profesión, ley de desamortización de bienes ecleciásticos, ley de secularación de panteones, creación el registro civil, etc. El Congreso se dividió no en contra de las reformas, sino en la concepción de la velocidad de como deberían ser aplicadas.

Recordemos que un sector del liberalismo tenía como referentes las rebeliones de 1848, en las cuáles el proletariado europeo se rebeló porprimera vez. Las rebeliones se consideraban como un peligro que podía despertar a un pueblo embravecido y a un proletariado que se podía salir fuera de control.

De esta forma se volvieron populares las propuestas de Benjamin Constant, que propugaba cambios graduales, para evitar que las reformas desembocaran en violentas protestas, revoluciones y guerras civiles. Era el mismo espíritu de la restauración que quería ver en el liberalismo la fuente de las rebeliones y las inestabilidades. Pero en América, como en Europa, si algo demostraban las oleadas libeales de 1820, 1830 y 1848 era que los cambios que el capitalismo y la burguesía habían venido consolidando eran inevitables, y que más bien la contención de Metternich y el Congreso de Viena habían desembocado en los motines de Viena y en la creación de órganos civiles en Praga y Budapest. Pero estos hombres liberalies veían también con horror la rebelión de junio de 1848 en Francia, la primera rebelión proletaria del mundo.

Así Benjamin Constant propugnaba que si los cambios no se podían detener, estos cambios tendrían que ser graduales. Planear a lo largo del tiempo las Reformas, antes que sucediese las guerras napoleónicas y los momentos turbulentos después de la revolución francesa. El gradualismo consideraba que era preferible la Monarquía constitucional, antes de que la República degenerara en Guerras civiles.

Así los conservadores mexicanos no eran propiamente emisarios del antiguo régimen, sino más bien partidario de la contención de las reformas. Sin embargo, su contraparte, el liberalismo radical (rojo) tenía la decisión de llevar adelante la secularización del Estado y la formación de nuevas instituciones.

Estas diferencias concluyeron en la traición de Ignacio Comonnfort y en el golpe del Plan de Tacubaya, cuya pretensión fue abolir las reformas e iniciar un proceso más gradual. El conservadurismo no sólo no detenía los procesos de cambio, sino que violentaba los cambios emergentes en un proceso constitucional de creación de leyes.

De acuerdo al marco jurídico, correspondía al ministro de la Suprema Corte, asumir el poder ejecutivo, ante la indisposición de Comonfort para continuar con la Presidencia. Ese es el acontecimiento que elevó a Benito Juárez un personaje controvertido, pero interesante, a la Presidencia de la República.

No vale la pena aquí reseñar la Guerra de Reforma, el caso es quizás valorar su resultado. Los liberales triunfaron militarmente en batalla de Calpulalpan y con ello dejaron fuera de combate a los liberales en términos internos.

La revancha del liberalismo conservador fue continuar con la idea de lograr la pacificación del país mediante la instauración de una monarqúía constitucional, un error de cálculo que continuaba la idea de Lucas Alamán.

La alianza de los conservadores con Napoleón III y luego con la dinastía austriaca era su única posibilidad y la jugaron. Esa alianza en el extranjero quizás tiene su contraparte en la alianza de Juarez con Lincon después de la guerra civil norteamericana. A Juárez, el Conservasurismo suele acusarlo de haber pactado y entregado el país a los norteamericanos. Pero el enemigo del país estaba aliado con extranjeros, y las posibilidades de sobrevivir eran escasas.

Benito Juárez es una figura controvertida porque la historia oficial lo ha querido hacer héroe y lo ha convertido en una vida ejemplar, propia de la historia plutarquiana de los romanos. Juárez no es un héroe, pero tampoco es propiamente un villano. Fue un hombre de carne y hueso con los defectos que conlleva el poder, poco democrático, en momento autoritario, pero también un personaje que defendió valiente e intransigentemente la República y el gobierno civil.

Juárez es odiado porque fue la cabeza de un liberalismo radical, en ese momento de izquierda, en contra del gradualismo y los conservadores. Los problemas del siglo XIX no pueden ser atribuidos a Juárez, sino a la incapacidad de ambos bandos para dar salida a una Reforma Constitucional concertada. El Conservadurismo es también responsable de intransigencia y de violentar la Ley.

Cuando los bandos no se ponen de acuerdo sobreviene la guerra civil, eso fue lo que pasó en La Reforma del siglo XIX. El gradualismo no fue la fórmula para evitar la guerra, sino la falta de democracia y la posibilidad de construir un Estado en el que se dirimieran las diferencias de la clase política.

Por el contrario, los bandos resolvieron sus diferencias a través de la confrontación y la guerra, parte de este escenario fue la propia inexistencia de una sociedad civil activa, es decir, la ausencia del pueblo como un protagonista civil y ciudadano.

Gonzalbo tiene un excelente texto sobre el caracter imaginario de la ciudadanía en el siglo XIX.

En la sección de la izquierda desarrollaremos la importancia de las leyes de Reforma y en que derivó el curso de la misma cuando siendo derrotados los civiles, triunfaron los militares que apoyaron la Reforma, pero que no supieron dar salida democrática y civil al gobierno.

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