domingo, 30 de noviembre de 2008

La derecha en el poder no ha sido democratica.



Porfirio Díaz cayó en la tentación de un poder absoluto, no democrático. La Iglesia católica mexicana ha estado siempre en el apoyo del poder, el liberalismo dejó de ser revolucionario.

Cuando Díaz concedió la entrevista a James Creelman se sinceró por primera vez al decir como veía a los mexicanos. Se semtía el buen padre que debía educar a sus hijos, porque estos eran rijosos y no se sabían comportar. No era el pueblo el que debía tener la soberanía de elegir a sus gobernantes, era el gobierno y el Estado quienes deberían velar el buen sentido. Pero a inicios del siglo XX era un dictador cada vez más viejo, cuya edad hacía dudar hasta los obedientes al sistema, si el régimen político garantizaría la paz social una vez que Porfirio muriera.

El liberalismo ya había renunciado a hacer progresar a la sociedad. Su progreso se basaba en la construcción ferroviaria, una red que de manera impresionante cruzaba el territorio nacional, se basaba en la inversión extranjera, en la explotación de los recursos naturales, en los tratos con la Iglesia, en el establecimiento de una minoría beneficiada y el crecimiento de una clase media.

Ayer como hoy el liberalismo se apoyó en la creencia de que el crecimiento económico y en la extensión del mercado eran sufciente como para traer por sí solos el beneficio a la población. Venció el bandolerismo sobre la práctica de asesinarlos, corriendo el "riesgo" de que se fueran inocentes. No fue la justicia, sino la represión pura, lo que terminó "solucionando" al crimen en ese entonces. El liberalismo no apuesta a resolver de fondo los problemas, sino a contener a las clases sociales.

Frente a Creelman confesaba que se sentía el Papá de todos, pero frente al norteamericano, echaba un poco de crema a sus tacos, queriendo dar imagen de "benevolente" al decir que ya les daría la libertad a estos mexicanos. Frente a un periodista que venía de un país que no era una dictadura, que tenía una tradición democrática, Días le dio la nota al decir que había llegado el momento de dejar el poder y que respetaría la aparición de una oposición electoral que contendiera democráticamente, lo vería como una "bendición".

Ya en esos momentos los magonistas se habían batido en combate militar contra el régimen y habían sido derrotados. Expresaban la respuesta de un pueblo exasperado por la crisis de 1905, que había dado las huelgas de 1906 y 1907. Esteban Baca Calderón y los líderes de la huelga de Cananea estaban en San Juan de Ulúa, Ricardo se encontraba a salto de mata en los Estados Unidos. El régimen había logrado barrer a los opositores, pero no sus enseñanzas en los sectores sociales. Sólo la clase media estaba ya en posibilidades de articular a una oposición coherente al régimen.

Curiosamente la Iglesia católica había realizado la contraofensiva contra el radicalismo y fundado la Doctrina Social de la Iglesa. Desde luego no se tradujo en este momento en el Yunque y en la bola de mafiosos y haraganes que ahora conocemos, sino en el intento de la formación de sindicatos, de cajas de ahorro y de cooperativas. Esa veta los llevaría a la formación del Partido Católico Nacional cuya actuación desafortunada al apoyar a la dictadura de Victoriano Huerta, terminó con su propia existencia.

El agravio de Díaz contra los pobres del país era cada vez mayor. Los gobernantes cuando agravian al pueblo, cuando matan a los más pobres porque se atrevieron a alzar la voz, se olvidan de que el Estado es un conjunto de instituciones destinadas a amortiguar los conflictos sociales y que al anularlas y al sacar del juego social a sectores, los inclinan a la rebelión cuando llega el momento. Los muertos de Cananea no son diferentes a los muertos de San Salvador Atenco, los agraviados no olvidan jamás el despojo y a sus muertos, o aprisionados. ¡Siganle echando años a Ignacio del Valle, eso aumenta el agravio y abre las heridas, incuban la rebelión. El Estado debe dar salida a los conflctos sociales, no dejar que se acumulen.

En la sociedad siempre han existido sectores moderados que inclinan la balanza del progreso, Francisco I. Madero creyó a Porfirio Díaz, provení de una derecha moderada que creía en la democracia como forma de gobierno. Madero no deseaba violentar al régimen, pero quería cambios. Había escrito un texto llamado La sucesión presidencial de 1910 libro en el que proponía un proceso de transición democrática después de la dictadura. Su intención era reformar por dentro el porfiriato, sin violencia en una transición pacífica. Pero cuando los cambios dependen del poder y no de la sociedad, el poder solo busca perpetuarse.

Madero emprendió la construcción de una oposición legal pacifica cuyo crecimiento se debió a que e régimen lo menospreciaba. Nadie lo había desafiado pacificamente y por lo tanto confió en que sus mecanismos de control harían a Madero naufragar en el proceso. Pero Madero hizo algo que Díaz no había hecho, tomó el ferrocarril y fue a visitar las comunidades más distantes del país, habló directamente con la gente, les expuso sus ideas. Al final este acto de atención que jamás había tenido un político con la exepción de Juárez, y Juárez obligado por las circunstancias de su huída.

En la campaña, Madero y el Partido Antireeleccionista había levantado de tal manera su candidatura que el régimen de Díaz comenzó a preocuparse. "Cortaron" por lo sano, en el mitín de Monterrey acusaron a Roque Estrada de haber insultado al Presidente Díaz y fueron a arrestarlo, Madero opuso resistencia al arresto de su secretario y ambos fueron a parar a prisión. Las gestiones de la famila Madero, lograron que se impusiera a Madero el arraigo en San Luis Potosí. Madero se enteró en esa ciudad que le habían cometido fraude electoral. Díaz resolvió así su permanencia en el poder.

En política se quieren hacer fórmulas que son válidas en las coyunturas, pero que cuando las coyunuturas cambian ya no son eficaces. Las baricadas, la rebelión, no es una fórmula válida en todo momentoy lugar, pero lo son cuando las condiciones las hacen válidas porque no existe otra salida. No se puede estar descalificando formas de lucha. En San Luis Potosí, Madero entendió que la transición democrática en México no tendría una salida pacífica, por la sencilla razón de que Díaz no había entendido que el Estado es un organismo social destinado a preservar la paz, pero dicha paz no se preserva sin la regulación del propio Estado por la sociedad. La derecha responsable entendió que la única manera de lograr la democracia en el país era la rebelión armada y entendiendo esto, Madero huyó del país y redactó el Plan de San Luis. Llegó en el momento en el que el pueblo de México estaba cansado, los más sorprendidos fueron el Gral. Díaz y la sociedad porfirista. La derecha responsable, asumió más a fondo la responsabilidad, se unió con la izquierda, una vez más para hacer los cambios sociales que requería el país.

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